10 marzo 2014

Isla de Lobos


A tan sólo 2 km. de la costa del noreste de Fuerteventura, se haya el islote de Isla de Lobos, en principio deshabitado, que cuenta con una superficie de apenas unos 5 km2.
 
Esta situada casi en medio del Estrecho de la Bocaina, que es el nombre del pequeño brazo de mar, de unos quince km, que separa las islas de Lanzarote de la de Fuerteventura y cuya profundidad no excede de los 30 metros.


Este árido islote, forma parte del Parque Natural de las Dunas de Corralejo, denominándose Parque Natural Islote de Lobos, por lo que se supone que está deshabitado (aunque con nuestras serias dudas) desde 1968, cuando vivía allí un farero llamado Antonio Hernández Páez, conocido popularmente como Antoñito el farero.

 El nombre del islote es debido a la presencia en el pasado, de focas monjes o lobos marinos, que fueron extinguidos por los pescadores, quienes tenían la creencia de que su voracidad mermaba la pesca.
 
La isla es prácticamente llana, con una altura máxima de 127 metros en la cima del cono volcánico La Caldera, y en su accidentada costa, se forman saladares que son de un alto valor biológico, pues a sus proximidades acuden a nidificar varias especies de aves entre las que destacan la Pardela Cenicienta, la Avutarda y la Gaviota Argentea.

Para el que no lo sepa, un saladar, es una zona húmeda cercana a la costa que se ve afectada por el flujo de la marea. El agua de mar queda retenida formando pequeñas lagunas paralelas al litoral, permitiendo el asentamiento de ciertas especies vegetales adaptadas a las altas condiciones de salinidad.

Saladar del Faro de Martiño.

En la época de cría (en la que nosotros deambulamos en nuestra última visita) las gaviotas se vuelven bastante agresivas y hacen que el paseo tenga cierta tensión con sus vuelos rasantes y sus estridentes gritos en pos de alejarte de sus nidos.


Para llegar hasta aquí, existe un servicio regular que parte todos los días desde Corralejo, transportando turistas, pescadores, bañistas y últimamente surfistas, que buscan surcar una ola de derechas de gran calidad que se produce en la base de La Caldera.
 
 Nada más desembarcar en la isla, el visitante encuentra un pequeño Centro de interpretación.
 
A mano derecha del mismo, el pequeño caserío del Puertito, que no da la sensación de estar habitado solamente por temporadas. Cuenta con un pequeño restaurante al que hay que reservar nada más llegar si se desea comer allí.
 
 

A mano izquierda del Centro de interpretación, esta la Playa de las Conchas y el sendero principal a tomar si se quiere visitar el islote.

Nada más comenzar la caminata, nos encontraremos un cruce a la izquierda que lleva a las Salinas del Marrajo, que proporcionan una bonita vista hacia la costa de Corralejo.

Desde allí se puede continuar por un sendero que enlaza al principal, pero que al estar menos transitado, las tabaibas dulces casi lo han desaparecido. Antes de conectar con el camino principal, hay otro desvío a la izquierda que sirve para acceder al cono volcánico de La Caldera.
En esta zona, es frecuente que las gaviotas alboroten de manera exagerada al sentir tu presencia.


Una vez retomado el camino principal, se llega hasta el Faro de Martiño, en la punta de la isla, dejando a un lado del camino el Llano de los Labrantes donde se asentaron los trabajadores portugueses que en 1860 lo construyeron.

Desde la terraza del faro se divisa la costa sur de Lanzarote si se dirige la mirada hacia la mar, donde hay colocada una placa conmemorativa a Josefina Pla, una escritora nacida en este islote que emigró a Paraguay
Si se vuelve la mirada al interior, lo que primero se divisa es el Saladar del Faro y detrás la fantasmagórica silueta volcánica del islote.


Para retornar, desde la misma base del faro, el sendero principal se bifurca y desciende por la costa contraria hasta el caserío del Puertito, que si bien no es muy interesante, sí que pasa por otros saladares como el de Las Lagunillas, próxima ya al final del recorrido.

 

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