29 abril 2014

La Sabina y el Garoe.

 
En la punta más occidental de El Hierro y por consiguiente, de Europa, dejando atrás el desvío que da acceso a la pista que baja hasta el Faro de la Orchilla y ascendiendo por la carretera principal a la montaña (HI-503), llegaremos a un cruce que señala la dirección al pequeño Santuario de la Virgen de los Reyes, la patrona y protagonista de las lustrales fiestas de la isla.
 
 
 
El edificio que alberga la talla de la Virgen es una sencilla ermita de una sola nave y tejado a dos aguas, rodeada por un sencillo muro del mismo color, que fue declarada en 2013 como Santuario Insular.
 
Continuando por la misma carretera, dejando atrás el santuario, unos kilómetros más adelante, veremos un cruce a una pista de tierra que señala hacia El Sabinar.
 
 
 
De vez en cuando tendremos que parar y bajar del vehículo para abrir las puestas que los pastores y ganaderos dejan cerradas para que sus animales no se alejen del lugar, por lo que una vez pasada la puerta, tienes la obligación de volver a cerrarla.
 
Hay que circular despacio, pues por esta pista será frecuente cruzarnos con rebaños de vacas y ovejas que pastan libremente por la zona, que no dudarán en acercarse lentamente a "saludarte" amigablemente y meter sus cabezotas por la ventanilla del coche, para olisquear a ver si llevas algo que ofrecerles para comer.
 
 
Al final de esta encantadora pista, encontraremos a modo de monumento natural, una Sabina, que es la imagen más representativa de la isla del El Hierro junto con la del Lagarto Gigante, por lo que es de lo más frecuente verla en cualquier logotipo que tenga que ver con esta isla.
 
 
 
La Sabina es un arbusto autóctono de hoja perenne que puede llegar a medir hasta ocho metros.
Es de gran fortaleza, por lo que crece en lugares inverosímiles.
Su característica principal, es que cuando crece en lugares con mucho viento, se adapta a él, retorciendo su tronco de maneras inimaginables, llegando incluso a tocar el suelo con sus ramas.
 
 
 
Detrás de esta primera sabina, que recientemente se ha acordonado para intentar defenderla un poco de los turistas menos respetuosos, hay todo un bosque de estos maravillosos arbustos que dibujan un fantasmagórico paisaje azotado permanentemente por los fuertes vientos que reinan aquí.
 
Cerca de aquí, se encuentra uno de los más famosos miradores de la isla, El mirador de los Bascos, que proporciona unas vistas estupendas a El Golfo, pero esta zona está justo a la altura donde azotan los alisios y por lo general, la niebla que forman las nubes aquí atrapadas no dejan ver mucho.
  
 
En el lado contrario de la isla, cerca de la población de San Andrés, es inevitable la visita a un lugar santo para los aborígenes de la isla, los bimbaches, el árbol del Garoé.
 
Se cree que un enorme tilo, con un tronco de más de un metro de diámetro y enormes ramas, con su grandes hojas era capaz de captar la humedad de los vientos alisios y destilar su agua, que era recogida en unos huecos excavados por los aborígenes a su alrededor.
 
 
Cuenta la leyenda, que esa "divinidad", que simboliza la lucha y el esfuerzo de los antiguos pobladores de la isla por administrar los escasos recursos naturales de la isla, se la ocultaron a los conquistadores españoles, intentando que la falta de agua los hiciera abandonar, y casi lo habían conseguido hasta que una ilusa joven bimbache, enamorada de un soldado andaluz, traicionó a los suyos y los condujo directamente hasta el árbol.
En 1610 un huracán destruyó el árbol, con lo que los bimbaches , además de por los conquistadores, también desaparecieron de la isla.
En 1949 se plantó en el mismo lugar otro árbol para rememorar aquella historia. Con este nuevo árbol, hoy en día podemos apreciar como los agujeros excavados por aquellos aborígenes, de vez en cuando, vuelven a contener agua.
 
 

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